Oscurecía
su
paciencia se acababa
y ya había
derramado su única lágrima.
Se despedía
le temblaba
la garganta,
y no se
permitía derramar otra lágrima.
Le sudaban
los pies, latían sus manos.
Igualmente
seguía, cavaba,
Quería
enterrarlo.
Crujía el
corazón, se aceleraba el pulso,
igualmente
dolía, raspaba,
costaba
superarlo.
Su noche
más larga fue la noche
del
amanecer que no empieza
Su noche
más triste fue la noche
del reloj
que no se entierra.
La fosa que
creyó cavar
fue en
verdad su fosa
fue en
verdad su tumba
fue en
verdad su cárcel.
Pero esa
misma fosa
es ahora su
amiga
es ahora su
hogar
es ahora su
altar.
No quedó
otra alternativa
más que
descubrir
que no la
mató nadie
sino ella
misma.
Y bajo
tierra piensa – pensar no duele, por eso piensa.
Es cuestión
de fe.
Fe en que
puede mejorar.
La fosa se
puede vaciar
su suerte
puede cambiar.
Es cuestión
de fe.
Y la fe
siempre le llevó tiempo.
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